martes, 18 de noviembre de 2008

González Viaña escribe sobre García Montero


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GARCÍA MONTERO, LA ETERNIDAD Y UN QUERELLANTE


Varios caminos conducen a la eternidad. Uno de ellos pasa por incendiar edificios eternos o liquidar a personas que posiblemente gozan de ese mismo atributo. Es el que acaba de usar con éxito un buen señor de Granada que desesperaba por hacerse eterno.
Como en esa mágica ciudad, no hay un templo de Artemisa, ni él se llama Eróstrato, al aludido se le ocurrió “revelar” a todos los vientos y a través de sus escritos que Federico García Lorca era un fascista y que lo habían matado sus compañeros de bando.
Según él, la obra del autor del “Romancero gitano” "exalta la ideología de la madre, de la sangre, de la tierra, del alma del pueblo, de la raza, de la familia, la patriarcal autoritaria, la del matrimonio, la tradicionalista, la de la violencia, la de la fuerza… y por lo tanto es fascista”. Contaba con que ajusticiando por segunda vez a Lorca, compartiría algunos centímetros de su gloria.
En clases delirantes, condenó como "aliado del fascismo" a Francisco Ayala, además de insultar al poeta Luis García Montero, a su padre y a la novelista Almudena Grandes.
Por fin, no muy seguro de lograr su objetivo, inició una querella judicial contra García Montero y acaba de lograr una condena contra el poeta que lo empuja a dejar la Universidad de Granada. Estaba seguro de que eso, al final, lo haría eterno.
Soy amigo y lector de García Montero, y hasta ahora no le conocía esos poderes mágicos. Como se sabe, es catedrático de Literatura, poeta, ensayista y columnista. Ha ganado los más importantes premios literarios de España: el Federico García Lorca, cuando tenía 21 años; el Adonais, el Loewe, el Nacional de la Crítica y el Premio Nacional de Poesía. Su poesía y su figura son también felizmente recordadas por su compartido oficio de juglar al lado de Joaquín Sabina.
¿Consiguió el buen señor granadino sus objetivos? Sí, por supuesto. Al leer la información, tomé su nombre y lo puse en el buscador del Internet. Allí he encontrado una parca biografía que lo describe como “el personaje que se querelló contra Luis García Montero”. Así ha de ser recordado en los tiempos venideros. Algo es algo.
Me recuerda al gran poeta peruano César Vallejo. Joven aún, uno de sus poemas llegó a las manos de un literato que en Lima fungía de crítico oficial. Como es sabido, muchas de estas personas compensan sus frustraciones personales con insultos innecesarios y abusivos contra los escritores jóvenes o contra aquellos que no gozan de sus favores. En el Perú, además, la confusión de razas y clases sociales complica más al crítico que desespera por ser “blanco” y aspira a guardar los sitiales importantes de la literatura como una especie de eunuco de harem o de conserje del Palacio de Versalles. Ayer y hoy.
En 1917, Clemente Palma era uno de aquellos. Por su origen, entre blanco y mulato, despreciaba a los indios y a los “provincianos”. El poema no le llegaba de Lima, sino desde Trujillo donde residía Vallejo. Por lo tanto, lo vapuleó sin misericordia:
“…¿A qué llama usted los maderos curvados de sus besos? ¿Cómo hay que entender eso de la crucifixión? ¿Qué tiene que hacer Jesús en esas burradas más o menos infectas?...
Hasta el momento de largar al canasto su mamarracho no tenemos de usted otra idea sino la de deshonra de la colectividad trujillana, y de que si se descubriera su nombre, el vecindario le echaría lazo y lo amarraría en calidad de durmiente en la línea del ferrocarril a Malabrigo”
Muy lejos estaba el crítico -también narrador- de saber que lo único de él que pasaría a la inmortalidad serían las frases destinadas a liquidar y ultrajar a un poeta que hoy está traducido a todas las lenguas de la tierra.
¿Conseguirá la eternidad el buen señor de Granada? El buscador del Internet así lo afirma. Sin embargo, a pesar de que lo apunté en alguna parte, no consigo en este momento recordar su nombre.
Es posible que en el futuro, además, bajo su breve biografía se añada unos versos de García Montero: “Recuerda que tú existes tan sólo en este libro, agradece tu vida a mis fantasmas…”
Eduardo González Viaña

1 comentario:

angel almela dijo...

Como digo en mi Blog:
...El juez confunde la injuria con la libertad de expresión, pero sobre todo confunde la grosería intelectual con la decencia.
¿Podemos permitirnos en este País que uno de los más grandes poetas vivos deje de enseñar en una Universidad española porque algunos jueces no sepan distinguir lo que es una discursión académica o intelectual como un ejercicio de libertad de expresión, de lo que es una injuria?... ¿Acaso no es un insulto a la Historia, a la Verdad y al sentido común lo que manifiesta este "agraviado" profesor sobre Lorca y Ayala?...
Lo dicho, a veces dan ganas de borrarse de este lugar.
SOMOS EL TIEMPO